Palacio Real de Capodimonte

El Palacio Real de Capodimonte (en italiano, reggia di Capodimonte) es un palacio real con un parque anexo situado en la zona de Capodimonte de Nápoles, Italia. Fue residencia histórica de la Casa de Borbón-Dos Sicilias, pero también de los Bonaparte, los Murat y los Saboya. Costruida a partir de 1738 por órdenes de Carlos III de Borbón para acoger la colección Farnesio, posteriormente se dedicó a residencia real, hasta 1957, año a partir del cual alberga el Museo Nacional de Capodimonte.

El palacio se distribuye en dos plantas y en la primera se encuentran los Apartamentos Reales, en los que se expone el mobiliario que perteneció a las diferentes familias dinásticas que han habitado la residencia, en parte originales y en parte reconstrucciones. Destacan las porcelanas, los objetos cotidianos y las pinturas y esculturas de artistas italianos y europeos de los siglos XVIII y XIX.

En 2015 el museo y el parque registraron respectivamente 144 694 y 974 531 visitantes.

Historia

Siglo XVIII

Tras dos siglos de virreinato español y treinta años de dominación austriaca, en 1734, con la llegada al trono de Carlos III de Borbón, la ciudad de Nápoles volvió a ser capital de un reino independiente. El nuevo rey decidió realizar una remodelación urbana de la ciudad y entre sus varias ideas está la de construir un palacio donde alojar una colección de obras de arte, la llamada colección Farnesio, iniciada por el papa Pablo III en el siglo XVI y continuada por sus descendientes, heredada por Isabel de Farnesio, madre de Carlos, y todavía dividida entre Roma y Parma, en parte porque en el Palacio Real de Nápoles nunca se había realizado una galería de arte. El lugar escogido para la construcción del edificio es la colina de Capodimonte, una zona boscosa de Nápoles, rica en caza, con la intención de unir al uso museístico el de lugar donde residir durante las batidas de caza. Además, la colina ofrece vistas del Vesubio, San Martino y Posillipo.

El 10 de septiembre de 1738 se puso la primera piedra del palacio y las obras se confiaron al ingeniero militar Giovanni Antonio Medrano, a quien se unió Antonio Canevari, aunque posteriormente su colaboración resultaría muy problemática. Una comisión de expertos, que empezó a trabajar en 1739, se ocupó de definir los espacios interiores para desempeñar mejor su función museística; su proyecto contemplaba un edificio de planta rectangular con tres patios interiores, cuyas salas orientadas al sur, con vistas del mar, estarían destinadas a la exposición de los cuadros, mientras que las más internas, que dan hacia el jardín, estarían dedicadas a biblioteca. Las obras procedieron con bastante lentitud: al debilitamiento del entusiasmo inicial se añadieron problemas logísticos, como la falta de agua en la colina de Capodimonte y las dificultades para alcanzar el sitio a causa de la ausencia de una calle directa y la presencia del valle de la Sanità, que ofrecía varias subidas escarpadas, hasta el punto de que durante una visita al palacio Johann Joachim Winckelmann afirmó:

Se llega a él después de haber superado la abrupta y escarpada subida, con un palmo de lengua fuera, y por este motivo los napolitanos no se toman tantas molestias.

Johann Joachim Winckelmann

En 1742 el arquitecto Ferdinando Sanfelice empezó la remodelación de las 124 hectáreas del parque de Capodimonte: desde una esplanada de forma elíptica que se abre frente al palacio, Sanfelice hace partir cinco avenidas de las que se desvían otras más pequeñas que atraviesan todo el bosque; a esto se unió la restauración de todas las construcciones ya presentes en el interior del jardín y destinadas a residencias, lugares de culto o sedes de trabajo, como una fábrica de tapices abierta en 1737; una fábrica de porcelana inaugurada en 1743, una de las más importantes en la fabricación de la porcelana de Capodimonte, que sería destruida posteriormente en 1759 cuando el rey se trasladó a España llevándose con él todos las trabajadores cualificados; una Imprenta Real, en 1750; y una fábrica de armas, en 1753; además de varias haciendas agrícolas. En 1755, en el palacio todavía en construcción, se inauguró la Real Academia del Desnudo, dirigida por Giuseppe Bonito, mientras que en 1758 se trasladaron los primeros cuadros al inmueble, que ocuparon doce de las veinticuatro salas, todavía en proceso de finalización.

Tras el ascenso al trono de Fernando I de las Dos Sicilias en 1759, las obras del palacio continúan a un ritmo lento, tanto porque se había difundido en Nápoles la idea de crear un único centro museístico donde reunir, además de las obras de arte, también la biblioteca y la academia, resultando elegido el palazzo degli Studi, el futuro Museo Arqueológico Nacional, como por una cuestión de carácter económico, en tanto el interés del nuevo rey se había desplazado hacia el Palacio Real de Caserta, también en construcción. No obstante, con Ferdinando Fuga al mando de las obras, en 1765 se completó el ala central y, en los últimos treinta años del siglo XVIII, se restauró la fábrica de porcelana. También se completaron las habitaciones del segundo patio, unidas a las ya realizadas mediante dos largos salones destinados a convertirse, con el inicio del nuevo siglo, en salones de representación, y finalmente se inauguró un taller de restauración. Tras la proclamación de la breve República Partenopea en 1799, el palacio fue saqueado parcialmente de sus obras y a la vuelta de Fernando el resto de la colección se trasladó al Palazzo Francavilla, en el centro de la ciudad. El Palacio Real de Capodimonte perdía parcialmente su función museística y estaba destinado a convertirse en residencia oficial.

Siglo XIX

La llegada de los franceses a Nápoles en 1806 y de sus nuevos soberanos José Bonaparte y Joaquín Murat, este último rey desde 1808 hasta 1815, corresponde a una nueva fase para el palacio, destinado a convertirse en residencia real. Los nuevos soberanos pusieron en práctica en primer lugar una política de urbanización de la colina de Capodimonte con la construcción de villas para los dignatarios de la corte y estudiaron realizar una conexión directa entre la ciudad y el palacio mediante una calle rectilínea, llamada corso Napoleone, convertido posteriormente en via Santa Teresa degli Scalzi y corso Amedeo di Savoia. Las obras de esta nueva calle empezaron en 1807 bajo la dirección de Bartolomeo Grasso y la ejecución de Nicola Leandro y Gioacchino Avellino: esta supera el valle de la Sanità con un puente, iniciado en 1809, hasta terminar en una plaza elíptica llamada Tondo di Capodimonte, desde donde una serie de curvas de horquilla permite alcanzar el palacio. Además, unos treinta años después se realizó una escalera monumental de piperno, diseñada por Antonio Niccolini, que atraviesa las curvas partiendo del Tondo para proporcionar un acceso rápido a la residencia, aunque solo peatonal. Cuando llegaron los franceses, la residencia estaba completa solo en dos terceras partes: los interiores se enriquecieron con mobiliario y objetos llevados directamente desde Francia o encargados a artesanos locales, según el gusto de los soberanos.

Tras la restauración de la dinastía borbónica en Nápoles en 1816, el rey Fernando se mantiene entusiasmado con la nueva impronta dada al palacio, continuando la política residencial de quien le había precedido: también se retiraron el resto de obras de arte de la segunda planta y se trasladaron al palazzo degli Studi y esta planta se destinó al servicio. El Palacio Real de Capodimonte se convirtió así en sede de eventos y fiestas: en 1819 se alojó allí Klemens von Metternich, acompañado por su consorte y el primer ministro, durante cuya estancia se ofrecieron banquetes para más de mil invitados y se alabaron los platos preparados, entre las cuales la sfogliatella, y los juegos escénicos creados, como el de un cuadrúpedo lanzado en paracaídas desde un globo aerostático. Durante este período el jardín se abría a la población dos veces al año, al aproximarse festividades religiosas, para permitir el peregrinaje a una ermita de los hermanos capuchinos situada en los límites del parque. Tanto Fernando como su sucesor, su hijo Francisco I, utilizaron el palacio como residencia, junto con las de Portici y Caserta: en particular, Francisco prefería alojarse en un palacete llamado dei Principi, una antigua residencia nobiliaria restaurada situada en el interior del parque, a poca distancia del edificio principal.

En 1830 llegó al trono Fernando II, quien encontró un palacio todavía incompleto: en 1833 se completó el tercer patio, en 1834 encargó las obras a los arquitectos Antonio Niccolini y Tommaso Giordano, quienes afrontan la realización del patio norte, entre 1836 y 1837 se decoraron las salas destinadas a los apartamentos, las de la zona meridional, en estilo neoclásico, en particular dos salones de representación, uno enriquecido con cuadros de personalidades de la dinastía borbónica, y el otro destinado a las recepciones de corte. Además, las salas están embellecidas con obras compradas por los soberanos o enviadas por jóvenes artistas napolitanos mandados a estudiar a Roma con una contribución real, y realizadas por ellos mismos para mostrar sus progresos. El palacio se completó definitivamente en 1838, aunque a principios de la década siguiente se añadió la escalera monumental interior; en esta época también se empezó la remodelación del parque, encargada a Friedrich Dehnhardt, quien lo transformó en un jardín inglés con parterres y especies de árboles, además de plantas exóticas y raras.

Irrelevante es la sucesión al trono de Francisco II, mientras que tras la unificación italiana y el nombramiento de Annibale Sacco como director de la casa real, el Palacio Real de Capodimonte continúa desempeñando su función residencial para la Casa de Saboya. Fueron importantes algunos elementos añadidos a la decoración interior. Sacco trasladó allí un gran número de porcelanas y biscuits, el arsenal en 1864, un salottino de porcelana en 1866, realizado a mediados del siglo XVIII por voluntad de la reina María Amalia de Sajonia y situado originalmente en el Palacio Real de Portici, y un pavimento de mármol en 1877, encontrado unos cien años antes durante las excavaciones arqueológicas de una villa imperial de Capri e instalado temporalmente en la villa Favorita de Resina. También gracias al nuevo director, se creó una especie de pinacoteca alrededor de los apartamentos del piano nobile que reunía obras pictóricas de artistas napolitanos. Hacia finales del siglo XIX se continuaban realizando fiestas y ceremonias, tanto en el palacio como en el parque; por ejemplo, se organizaron banquetes en honor de Alexandre Dumas o de los reyes de Inglaterra, batidas de caza y una recepción en 1877 con ocasión de la Exposición Nacional de Bellas Artes.

Siglo XX

También a principios del siglo XX el complejo continúa con su función residencial: a menudo se alojaba allí Víctor Manuel III de Italia, mientras que posteriormente fue asignada como residencia a la familia del duque de Aosta, a pesar de que la propiedad del edificio pasara de la Corona al patrimonio nacional en 1920. Estos dejan el palacio solo tras la Segunda Guerra Mundial, en 1946, cuando se le asignó su nueva función museística con decreto definitivo de 1949. En 1952 empiezan las obras de restauración, con la puesta en valor de las estancias residenciales y del parque y la adaptación de las salas a la exposición de las obras. En 1957 se inauguró el Museo Nacional de Capodimonte.

Tras el terremoto de Irpinia de 1980 fueron necesarias más restauraciones y gracias a la llegada de financiación en 1995 empezaron las obras, haciendo utilizable primero la primera planta, y luego también la segunda y la tercera en 1999.

Descripción

La primera planta del Palacio Real de Capodimonte: las habitaciones ocupadas por el Apartamento Real son las resaltadas en verde, además de la sala 52.

El palacio visto desde la colina de la cartuja de San Martino.

El palacio tiene una planta rectangular, con dos cuerpos en sus dos extremos ligeramente más sobresalientes respecto al cuerpo central. Esta tiene una longitud de 170 metros en el lado mayor por 87 en el lado menor y una altura de treinta metros distribuida en dos plantas más un ático. Las paredes exteriores, enlucidas en color rojo napolitano, son de estilo neoclásico con influencias dóricas, estilo considerado en el siglo XVIII idóneo para los museos. Estas presentan además lesenas de piperno gris que se alternan con ventanas, sustituidas por balcones en la primera planta; en la planta baja, a las ventanas se añaden los portales con arcos de medio punto que permiten la entrada. Dos de estos se sitúan en los extremos del cuerpo central, mientras que en su parte central se encuentran otros tres consecutivos. El edificio se desarrolla alrededor de tres patios e internamente solo algunas salas de la primera planta, denominadas Apartamento Real, conservan el mobiliario del palacio real, mientras que el resto de las salas, así como la segunda planta, destinada originalmente al servicio, el ático y el entresuelo están destinadas a las exposiciones del museo; la planta baja está reservada a la acogida de los visitantes del museo con varios servicios como taquilla, guardarropa, librería, cafetería y auditórium. Alrededor del palacio se extiende un parque.

Apartamento Real

El Apartamento Real, modificado arquitectónicamente respecto a su aspecto original y privado en parte de los objetos de mobiliario descritos en los inventarios, ha visto sucederse entre sus salas a cinco soberanos borbónicos, dos franceses y los duques de Aosta.

Las salas borbónicas

Lo que se conserva del apartamento parte de la sala 23, el dormitorio de Francisco I y María Isabel de Borbón, llamada también «alcoba pintada a la pompeyana», uno de los interiores más refinados del siglo XIX, cuya descripción original se conserva en un inventario de 1857. Esta estancia fue realizada entre 1829 y 1830 según el proyecto de Antonio Niccolini, aunque la disposición inicial fue alterada posteriormente por la apertura de una puerta de entrada donde estaba la alcoba con la cama, que sin embargo no ha modificado la luminosidad del ambiente, restaurada gracias a un papel pintado amarillo, realizado en San Leucio. La decoración de las paredes es en témpera y fue realizada por Gennaro Bisogno, Gennaro Maldarelli y Salvatore Giusti con temas que reproducen los de los frescos hallados en las excavaciones arqueológicas de Pompeya y Herculano. El pavimento es de mosaicos antiguos y la tapicería, como la de la puerta del balcón, aunque se ha perdido en parte, es de seda, realizada por la Real Fabbrica di San Leucio siguiendo el diseño del propio Niccolini. Completan la estancia una mesa con tablero de ajedrez, un trípode y tres mesas de piedras duras, bronce y alabastro respectivamente, y cuadros como Retratos de la familia de Francisco I y Sitios reales. Finalmente, desde la ventana se disfruta de un magnífico panorama del golfo de Nápoles.

En la esquina del lado oriental del palacio se encuentra la sala 31, denominada «salón de la cuna» debido a que en ella se custodiaba una cuna trasladada posteriormente al Palacio Real de Caserta, diseñada por Domenico Morelli e Ignazio Perricci y donada por el pueblo de Nápoles a los Saboya por el nacimiento de Víctor Manuel III en 1869. La sala, también llamada «gran galería color garbanzo», tiene un pavimento de mármol hallado en 1788 durante las excavaciones arqueológicas de una villa imperial de Capri, en concreto la villa Jovis, inicialmente colocado en la Villa Favorita de Resina y trasladado finalmente al Palacio Real de Capodimonte en 1877. En esta estancia se exponen varios objetos de porcelana, como dos relojes, mientras que en las paredes se encuentran dos paisajes pintados por los franceses Jean-Joseph-Xavier Bidauld y Alexandre-Hyacinthe Dunouy, dos telas de Vincenzo Camuccini, entre las cuales una titulada Tolomeo Filadelfo en la biblioteca de Alejandría, un tapiz de Pietro Duranti y un gobelino con escenas de la vida de Don Quijote de la Mancha.

La sala 32 está dedicada a Carlos de Borbón, quien está representado junto con su esposa María Amalia de Sajonia en los óvalos del techo, obra del pintor de corte Francesco Liani. También están dedicadas al rey varias pinturas que muestran escenas de su vida, como una pintura a cuerpo completo titulada Retrato de Carlos de Borbón con ropa de cazador, de Antonio Sebastiani, Carlos de Borbón en visita a la basílica de San Pedro y Carlos de Borbón visita al papa Benedicto XIV en la cafetería del Quirinal, ambos de Giovanni Paolo Pannini. Decoran la sala muebles de esquina de porcelana con forma de lavabo y espejos y estatuillas del mismo material, además de sillas de fabricación inglesa y una mesa de pared de madera, alabastro y terracota.

La sala 33 está dedicada a Fernando IV: a él está dedicado un retrato realizado por Anton Raphael Mengs, el primero de su vida vestido de soberano, a la edad de tan solo ocho años. En la habitación se conservan además dos portantine de madera tallada, una cómoda de madera de fabricación inglesa y obras pictóricas de Claude Joseph Vernet y de Antonio Joli. En particular, de este último son Partida de Carlos hacia España vista desde tierra, Partida de Carlos hacia España vista desde el mar y Fernando IV a caballo con la corte.

La sala 34 es una gran estancia de representación: la idea de Fernando II, durante el proyecto de remodelación del interior del palacio, era crear en esta estancia una verdadera galería de retratos de la familia. En su interior, además de muebles de fabricación napolitana, se encuentran telas como Retrato ecuestre de Carlos de Borbón y Retrato ecuestre de María Amalia de Sajonia de Francesco Liani, así como Retrato de Carlos IV, rey de España y Retrato de María Luisa de Parma de Francisco Goya, trasladados a Nápoles por la segunda esposa de Francisco I, María Isabel de España.

La sala 37, que se encuentra cerca del salón de las fiestas, estaba destinada a albergar banquetes y refrigerios durante las fiestas que se celebraban en el palacio: forman parte del mobiliario original las mesas de pared, sostenidas por esfinges, una mesa central equipada con un conjunto de bronce dorado, obra del taller de Righetti, y con un servicio de porcelanas francesas donado por María Carolina de Austria y rodeada por doce sillas con reposabrazos, realizadas en 1838 por voluntad de Fernando II. En las paredes hay varias telas con temas de la familia borbónica como Retrato de la familia de Fernando IV de Angelika Kauffmann, Retrato de la familia de Francisco I de Giuseppe Cammarano, y Vista de Nápoles desde Capodimonte de Antonio Joli, así como un tapiz con la Gloria del reino de Fernando IV y de María Carolina, de fabricación napolitana del siglo XVIII.

La sala 42 o «salón de las fiestas» es una de las pocas estancias de representación del piano nobile que se ha conservado intacta. Fue realizada en 1765 durante las obras de construcción del ala central del palacio, concebida originalmente para alojar las obras de la colección Farnesio y solo destinada a las recepciones y ceremonias oficiales de corte a principios del siglo XIX. La sala se completó durante las obras de restauración ordenadas por Fernando II, y fue decorada entre 1835 y 1838 por Salvatore Giusti, alumno de Jakob Philipp Hackert, basándose en diseños de Antonio Niccolini, quien dará una fuerte impronta neoclásica que se aprecia en el techo y en las paredes en el uso de colores pastel y temas que se inspiran en la pintura pompeyana y herculanense. En el lado opuesto se realizó una habitación similar a esta, pero fue modificada posteriormente al dividirse en tres estancias tras la transformación en museo. La pavimentación, probablemente concebida por el propio Niccolini, es en mármol siciliano con incrustaciones de mármol blanco que forman diseños geométricos, mientras que del mobiliario original se conservan los espejos, las lámparas de cristal, dos sofás y mesas de pared realizadas en 1838 por el tallador Francesco Biangardi y el dorador Giuseppe De Paola, destinadas originalmente a la galería de retratos, aunque a finales del siglo XIX se cedieron otros muebles para decorar otros palacios de representación del Reino de Italia.

La sala 43 presenta en el techo un fresco realizado en el siglo XVIII por Fedele Fischetti, Gloria de Alejandro Magno, ubicado originalmente en el palazzo di Sangro di Casacalenda de Nápoles y transportado al palacio en 1957 para conservarlo mejor. Además, en la sala hay manufacturas de porcelana, como la composición del Carro de la Aurora, tapices, varios muebles fabricados por artesanos reales y pinturas de Hackert, Carlo Bonavia y Pierre-Jacques Volaire: de este último son Erupción del Vesubio desde el ponte della Maddalena, Vistas nocturnas del golfo de Nápoles y Vista de la Solfatara.

En la sala 44 se conservan algunos instrumentos musicales que pertenecieron a Fernando IV, como dos zanfonas realizadas por Jean Louvet en 1764 y 1780 respectivamente, y una lira de Gaetano Vinaccia; entre los objetos de mobiliario un reloj de biscuit que perteneció a María Carolina, un tapiz que representa La munificencia de David, varias porcelanas y un pesebre del siglo XVIII de terracota, madera y corcho, donado en 1895 por los herederos Catello, que tiene pastores de terracota con cuerpo móvil de estopa y alambre.

En la sala 45 se encuentra un techo con frescos, donado por los duques de Balzo di Presenzano y ubicado originalmente en el interior del palazzo Casacalenda, que representa la Historia de Alejandro, de Fedele Fischetti, mientras que el mobiliario proviene del Palacio Real de Carditello; decoran la estancia una serie de tapices realizados por Pietro Duranti según los diseños de Odoardo Fischetti que representan escenas de vida de Enrique IV de Francia, como El Rey recibe al ministro Sully delante de cortesanos. En las vitrinas se exponen objetos de varios materiales y factura, signo de un proficuo intercambio de regalos entre las familias nobiliarias de la época, como joyeros, cajas con secretos, jarrones, cofres y porcelanas de escuela napolitana realizadas por Filippo Tagliolini.

El salottino de porcelana

La sala 51 ha sido modificada respecto a su forma original, reducida, perdiendo la apertura hacia el jardín pero conservando la apertura hacia el patio interior para servir de acceso al salottino de porcelana de María Amalia de Sajonia, trasladado al Palacio Real de Capodimonte en 1886. La habitación está decorada con tapices de Domenico Del Rosso y varias telas de Élisabeth Vigée-Le Brun y Pietro Duranti y una de Carlo Bonavia, la Cascada, realizada en 1755; completan la estancia algunas sillas fabricadas en Nápoles entre finales del siglo XVIII y principios del XIX y un reloj de Joseph Martineau.

En la sala 52 está el salottino de porcelana, compuesto por más de tres mil piezas y realizado entre 1757 y 1759 por Giovanni Battista Natali para uso privado de la reina María Amalia, la cual sin embargo lo usaría poquísimo, tanto que, según los documentos de la época, el último funcionamiento de la lámpara databa de julio de 1759 y el 6 de octubre del mismo año la reina dejaba Nápoles para trasladarse a Madrid, donde se hizo construir uno similar en el Palacio Real de Aranjuez. Montado originalmente en el Palacio Real de Portici, se trasladó a Capodimonte en 1866 por voluntad de Annibale Sacco. Todas las fases de su realización son conocidas a través de varios documentos: Luigi Vanvitelli, en una carta dirigida a su hermano Urbano, fechada en junio de 1758, hablaba de haber visto la obra todavía sin montar y por tanto se puede deducir que esta se iniciara el año precedente y seguramente se concluyera en 1759, año en el cual Giuseppe Gricci se desplazó a Portici con ventiséis calesas que contenían el material listo para ser montado. Además, en mayo de 1759 ya estaban listos el techo de estuco, las puertas de madera y la lámpara, mientras que no se sabe si el pavimento era pintado o era también de porcelana.

Las piezas de porcelana fueron elaboradas en la fábrica de Capodimonte, bajo la dirección del modelista jefe Giuseppe Gricci, quien se valió de la colaboración de Geatano Fumo y Ambrogio Di Giorgio para el moldeo y de Gaetano Tucci para la cocción, siguiendo los diseños de Johann Sigmund Fischer y Luigi Restile; por su parte, en Portici trabajaron Mattia Gasparini para los estucos y Gennaro Di Fiore para las tallas de madera. Además, el salottino debía de estar amueblado enteramente en porcelana, de lo que sin embargo no se ha conservado ningún resto salvo una consola de 1759, conservada en el Musée National de Céramique de Sèvres. Trasladado al Palacio Real de Capodimonte, en una sala readaptada para la ocasión, se aprecia come el techo de estuco se presta perfectamente a la construcción en porcelana, la cual está fijada al muro mediante tornillos que apoyan sobre una jaula de madera, escondidos por cornisas, guirnaldas y frutas. Las paredes están decoradas con animales, trofeos musicales, ideogramas chinos ensalzando al rey Carlos y escritos por un poeta que perteneció al Collegio dei Cinesi de Nápoles, festones y escenas de vida china alternadas con espejos. El salottino de porcelana es uno de los ejemplos más significativos del gusto por la chinoiserie que se difundió en Europa en el siglo XVIII.

La sala 53, también reducida respecto a su forma original, conserva en su interior retratos de los hijos de Fernando y María Carolina encargados a Élisabeth Vigée-Le Brun, un tapiz de Gobelins, que muestra a Don Quijote en la fiesta de Barcelona dada por Don Antonio Moreno y, en las paredes, cuatro consolas con cintura dorada decoradas con trofeos militares del siglo XIX: sobre estas posan cuatro jarrones adornados con copias de estatuillas que representan al Hércules Farnesio, realizadas en loza por la fábrica Del Vecchio.

Las salas francesas

La sala 54 recuerda el decenio de dominación francesa de Nápoles: cuadros, muebles con dorados mates y brillantes, bustos y estatuas de bronce y porcelana, que además de representar a los soberanos franceses son de clara inspiración gala; entre los cuadros se encuentran el Retrato de Joaquín Murat y Napoleón I, emperador, ambos obra de François Gérard, y el Busto de Carolina Bonaparte, en biscuit, de la manufactura Poulard Prad. Entre los elementos del mobiliario, hay jarrones de la manufactura de Sèvres y Bailly fils, una mesa de 1811 realizada por Jacob Demelter destinada originalmente al Palacio de Fontainebleau y sillas con respaldo de terciopelo pintado a mano con vistas de ciudades, llevadas allí directamente desde Francia.

La pequeña sala 55 hace de separación entre las habitaciones de la época francesa y las de la restauración borbónica: en su interior se conserva una estatua de tiza de Antonio Canova, Retrato de Letizia Remolino, los bustos de Luciano y Letizia, hijos de Murat, de la manufactura Poulard Prad, y cuatro candelabros de bronce dorado de manufactura francesa, adquiridos en 1837 y colocados originalmente en la galería de retratos.

La sala 56 se encuentra en la esquina oriental del palacio y se llama salón Camuccini: fue realizada tras la llegada de los Saboya por órdenes de Annibale Sacco, y decorada según el gusto neoclásico de finales del siglo XIX, aunque ya había sufrido precedentemente modificaciones tras la compra de algunas telas de grandes dimensiones deseadas por Murat que llegaron al palacio a la vuelta de Fernando I y exigieron la clausura de dos balcones; a la vez se realizaron frisos a témpera, mientras que en las paredes se expusieron cuadros de grandes dimensiones realizados por Pietro Benvenuti, Paolo Falciano, Francesco Hayez y Vincenzo Camuccini, de quien recibe su nombre la estancia: de este último son Muerte de Julio César y Asesinato de Virginia. También se conserva una colección de estatuas de principios del siglo XIX, como La noche de Bertel Thorvaldsen, y, en el centro, una mesa de mármol ordenada por Carolina Bonaparte, cuya parte central y sus pies están realizados con mosaicos y otros materiales hallados en las excavaciones arqueológicas de Herculano. Entre el mobiliario hay grandes consolas de fabricación napolitana y un camino de mármol de la época de Fernando II previsto en todas las salas de representación del palacio.

Las salas 57 y 58 eran utilizadas por los miembros de la familia real en sus momentos de ocio: en su interior hay mesas de juego y autómatas musicales del siglo XIX y están revestidas con maderas nobles en Estilo Imperio del típico gusto francés. En la sala 57 se puede apreciar la Giardiniera, un mueble de madera con la triple función de florero, pajarera y pecera, además de una tela de Johan Christian Dahl, La Real Casina di Quisisana, y una de Salvatore Fergola, Inauguración del ferrocarril Nápoles-Portici. La sala 58 conserva en el techo un fresco proveniente del palazzo Casacalenda, varios cuadros, entre ellos uno de Giacinto Gigante, La capilla del Tesoro de san Jenaro, y uno de Anton Sminck van Pitloo, Templos de Paestum, y contiene muebles decorados con porcelana y bronce, a veces pintados con escenas de los sitios reales y de los hijos de Francisco I, enriquecidos con engranajes sonoros.

En la sala 59 se alojan numerosas obras ordenadas por Fernando I tras la restauración de la corona borbónica después del decenio francés, cuando empezaron las obras de embellecimiento del palacio, continuando sin embargo a valerse de la colaboración de artistas franceses: entre las telas la de María Amalia de Orleans con su hijo el duque de Chartres de François Gérard, Visita de los soberanos franceses al Vesubio de Joseph-Boniface Franque del 1814 y Matrimonio de la princesa María Carolina de Borbón con el duque de Berry de Louis Nicolas Lemasle; entre el mobiliario, varios jarrones de fabricación parisina.

La sala 60 concluye la zona del Museo di Capodimonte dedicada al Apartamento Real y sirve de tránsito entre la primera y la segunda planta: en su interior se expone el Comunichino del escultor Matteo Bottiglieri, realizado a principios del siglo XVIII, y un ciborio de Cosimo Fanzago de la primera mitad del siglo XVII: todas las obras de arte fueron heredadas de la iglesia de la Santissima Trinità delle Monache, mientras que otros objetos de mármol y piedras preciadas provienen de conventos e iglesias de la ciudad.

Parque

El parque del Palacio Real de Capodimonte tiene una extensión de 124 hectáreas y era utilizado principalmente por los soberanos para batidas de caza y para la organización de fiestas: tras la apertura del museo en 1957 se convirtió en un parque público. Fue realizado en 1743 por Ferdinando Sanfelice según el gusto barroco de la época, y en torno a la mitad del siglo XIX fue restaurado por Federico Dehnhardt, asumiendo el aspecto de un jardín inglés. En su interior están presentes más de cuatrocientas variedades de plantas seculares, a las cuales con el tiempo se han unido cultivos de árboles frutales, especies exóticas y palmeras, estas últimas plantadas en la posguerra. Dispersas por el parque se encuentran estatuas, fuentes y numerosos edificios, originalmente residencias corte, como la casina dei Principi, o sedes de fábricas, algunas de las cuales reconvertidas a una nueva función, como la antigua fábrica de porcelana, que se ha convertido en sede de una escuela para la fabricación de la cerámica: no faltan iglesias, como las de san Jenaro y la ermita de los Capuchinos. En 2012 se inició un proyecto de restauración del parque, con la creación de un huerto en el que se cultivan productos agrícolas típicos del territorio campano.

Véase también

Bibliografía

  • Touring Club Italiano (2008). Guida d'Italia - Napoli e dintorni (en italiano). Milán: Touring Club Editore. ISBN . 
  • Sapio, Mario (2012). Il Museo di Capodimonte (en italiano). Nápoles: Arte'm. ISBN . 
  • Touring Club Italiano (2012). Museo di Capodimonte (en italiano). Milán: Touring Club Editore. ISBN . 

Enlaces externos

  • Wikimedia Commons alberga contenido multimedia sobre '.
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Consejos y sugerencias
Fred Sun
13 de diciembre de 2015
Combination of paintings and royal palace in one place. A must see in Naples despite its isolated location away from historical center
Fred Sun
13 de diciembre de 2015
Use the porte grande (main entrance) if you come from historical center as it's a bit of a hike to go to the side entrance.
Michael Fuchs
24 de diciembre de 2019
The Farnese collection and several notable masterworks make it a must for every art buff. My favourites were Brueghel's "Blind Leading the Blind" and Caravaggio's "Flagellation of Christ".
Fluying ✅
1 de junio de 2019
As told in the Greek myth, in Titian’s Danaë, the sensuous central character looks up at a cloud containing the essence of Zeus (a shower of coins), about to impregnate her cupid is surprised
Enrico Piratinviaggio Califano
16 de september de 2015
Un Museo di altissimo livello con un esposizione di capolavori unici al mondo... si trova all interno del bosco di capodimonte l area naturale più grande di napoli e antica riserva di caccia
Maurizio Esposito
29 de junio de 2015
Museo incredibile e affascinante in tutte le sue sale, l'unica pecca per raggiungere il museo che è immerso nel grandissimo parco di Capodimonte è un impresa, collegato malissimo !!
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Mon-Tue-Thu-Sun 8:30 AM–7:30 PM

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